"; Los mejores chistes de Funerales

HUMOR

Funerales


Dos atlantes en la funeraria:
-¿Cómo murió?
-En una pelea, pero en el letrero dice "SEPELIO", pero no dice con quién*



Un viejo se está muriendo. Alrededor del lecho poco a poco empieza a surgir una discusión.
¡Vamos a alquilar un carro fúnebre para llevarlo con decencia! Dice la esposa.
¡No creo que se deba gastar tanto dinero! Yo puedo llevarlo en la camioneta del vecino, si me la presta, dice el hijo del viejo moribundo. ¿Y por qué no lo llevamos al hombro? Pregunta el vecino, él casi no pesa nada.
Por fin el moribundo reúne el resto de las fuerzas que le quedan, y dice: Si ustedes me ayudan a bajar, tal vez yo pueda llegar al cementerio por mi cuenta.




Un hombre de madura edad se acercaba, como de costumbre, a su kiosco para comprar el periódico, pero éste cuando lo compraba lo abría por la página de los carteles de fallecimientos, y le decía al kiosquero:
¡Que mala suerte! ¡Hoy no he salido!
Al día siguiente iba y decía lo mismo:
¡Que mala suerte! ¡Hoy no he salido!
Y así durante mucho tiempo. Al pasar los años ve el kiosquero que el tío no viene, y se dice a si mismo:
¡Vaya tela! ¡Toda la vida comprando el periódico, y para una vez que sale no lo compra!








El colmo de la pereza
En un pueblo, en el que abundaba el trabajo y la comida, un perezoso estaba a punto de morir de hambre.
Se reunieron el alcalde, el párroco, el consejo municipal y el defensor del pueblo, y por unanimidad acordaron enterrar vivo al perezoso; porque para el pueblo sería un desprestigio que alguien muriera de hambre. Cogieron cuatro orillos, armaron un cajón, metieron al moribundo, y salieron con él rumbo al cementerio.
Una señora preguntó: *¿Quién murió?*. *Nadie* *le respondieron; *¿y entonces a quien llevan ahí?* *insistió. *Al perezoso que lo vamos a enterrar vivo antes de que muera de hambre* *le explicaron. *No, no, no hagan eso *exclamó la señora*, yo con mucho gusto regalo un bulto de panela*, Otra señora regaló 100 gallinas; un señor, puso una carga de arroz, más un bulto de papas; un hacendado donó un barril de leche, 50 arrobas de queso, una carga de plátanos y otra de yucas. Todos, todos, todos los paisanos donaban, donaban y donaban comida por montones. Cuando iban llegando al cementerio desistieron del entierro porque el moribundo ya tenía comida suficiente para 100 años.
El perezoso sacó la cabeza, y preguntó: *¿Quién va*cocinar todu*eso?*. *Pues, usted* *le contestaron. Y el hombre exclamó: *Entonces* ¡que siga el entierro!*.




Llega un patrón a la casa de otro y pregunta al portero:
¿Está el patrón?
No, se fue a un entierro.
¿Tardará mucho en volver?
No sé, iba en el ataúd.






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