Religiosos
Un cura estaba limpiando el altar en su iglesia cuando entra un hombre con cara de asombro y se queda plantado delante de la estatua del Santo Padre con la mano extendida. El cura, entre preocupado e indignado, sigue con sus quehaceres sin quitar el ojo al molesto personaje, y así pasa el tiempo. Al cabo de una hora el hombre con gesto de enfado susurra a la estatua:
Por favor, date prisa que llego tarde.
El cura no puede más y totalmente enfadado increpa al hombre:
Pero desdichado, ¿Qué estás haciendo?
A lo que el hombre responde:
Mire, a mí déjeme en paz, yo lo único que hice fue dar una lismona al pobre de la entrada y él me respondió Dios se lo pagará, y a eso vengo.
Venía un sacerdote lleno de arroz hasta en los anteojos.
¿Dónde fue la boda, padre?
Que boda ni que demonio, me vomitó un chino.
Al párroco le estaban haciendo su cena de despedida por 25 años de trabajo en una Parroquia. Un político miembro de la comunidad fue invitado para dar un breve discurso. Como el político tardaba en llegar, el sacerdote decidió decir unas palabras el mismo para llenar el tiempo: Mi primera impresión de la Parroquia, la tuve con la primera confesión que me tocó escuchar. Pensé que me había enviado el Obispo a un lugar terrible, ya que la primera persona que se confesó me dijo que había robado un televisor, que había robado dinero a sus padres, había robado también en la empresa donde trabajaba, además de tener aventuras con la esposa de su jefe. También en ocasiones se dedicaba al trafico y a la venta de drogas. El Padre continuaba - Me quedé asombrado, asustadísimo. Pero cuando
transcurrió un tiempo, fui conociendo más gente y vi que no eran todos así, vi una parroquia llena de gente responsable, con valores,
comprometida con su fe. Y así he vivido los 25 años más maravillosos de mi sacerdocio.
Justamente en este momento llego el político, por lo que se le dio la palabra. Por supuesto, pidió disculpas por llegar tarde y empezó a hablar diciendo: Nunca voy a olvidar el primer día que llego el padre a nuestra parroquia. De hecho, tuve el honor de ser el primero que se confesó con él ...
Un tipo llega a las puertas del cielo, donde lo recibe San Pedro quien, tras consultar un registro que tiene delante, le dice: Veamos, no has hecho nada especialmente malo en la vida, pero la verdad es que tampoco has hecho nada especialmente bueno. Me temo que una cosa viene a compensar la otra. No se puede decir que hayas hecho nada extraordinario, o sea que no te puedo dejar pasar.
Pero, ¿Y lo de los pandilleros?
Explícate.
Iba conduciendo por una carretera, de noche, cuando vi a un grupo de pandilleros dando una paliza a un pobre tipo. Salí del coche, me acerqué al jefe del grupo y lo golpeé en toda la cara.
¡Caramba!
Y entonces les dije a todos que soltaran al tipo o se las iban a tener que ver conmigo, así que lo soltaron.
Vaya, es estupendo, ¿Y cuando ocurrió eso?
¡Pues, hace un par de minutos!
Un anciano muere y va la cielo. Allí es recibido por San Pedro.
¿Me puede decir cómo se llama?
Pues, es que no me acuerdo.
A ver, le pondré algunos nombres, y me dice si le suenan. ¿Carlos? ¿Luis? ¿Juan? ¿Antonio?
- No creo que no, ninguno me suena, aunque podría ser uno de esos. San Pedro, desesperado, va a ver a Jesús, al que le cuenta el caso del anciano.
Entonces Jesús acude a hablar con él.
Mire, le haré unas preguntas, intente recordar, ¿de acuerdo?
El anciano asiente.
¿En qué trabajabas?
Creo que era carpintero.
¿Estabas casado?
Creo que sí, era una mujer muy buena, casi un santa, creo recordar. ¿Tenías hijos?
Sí, uno, pero era muy independiente.
Entonces Jesús llora de alegría, y corre a abrazar al anciano.
¡Papá, soy yo tu hijo!
Entonces el anciano llora también y exclama emocionado.
¡Pinocho!
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